Una de las cosas que más nos llaman la atención en los programas y workshops que hacemos con las empresas es la dificultad que encuentran los equipos a la hora de presentar sus proyectos a clientes, potenciales inversores y al resto de participantes: Gente preparadísima con un nivel muy alto de conocimiento que han ideado y creado unos prototipos disruptivos y con grandes posibilidades de éxito pero que no acaban de conseguir explicar y vender sus ideas. Y el problema no reside en habilidades de oratoria, porque en general todos se desenvuelven muy bien frente a un público. Sorprendente… o no tanto. Todos hemos oído hablar del famoso “elevator speech” pero pocos conseguimos ponerlo en práctica. Porque nos olvidamos de lo más importante: No se trata de presentar un proyecto o una idea, se trata de vender. Y para vender, el elemento fundamental que tenemos que tener claro y exponer a la persona que tenemos en frente es nuestra propuesta de valor: ese elemento que le ofrecemos al cliente, potencial cliente o inversor que hará que nos compre la idea. La respuesta a la pregunta: “¿Qué hay para mí?”. Si la propuesta de valor es buena, clara y concisa, convencer a la persona a la que tenemos en frente será sencillo.
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Cuando pensamos en innovación, muchos nos imaginamos a un grupo de personas juntas en una sala y haciendo una tormenta de ideas con la esperanza de encontrar una idea original. Sin embargo innovar es más que eso. Para innovar, o dicho de otra forma tener ideas originales que generan riqueza de forma sostenible, es imprescindible combinar dos elementos clave: capital intelectual y metodología: La innovación no es un golpe de suerte o una casualidad: solamente ocurre cuando un equipo de gente inteligente y con conocimiento funcional profundo y cruzado trabaja con metodología. |
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Abril 2019
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